domingo, 20 de diciembre de 2009

sábado, 3 de octubre de 2009

...El DeSeO sE EsCoNdE y Se CuBrE De MiL ExCuSaS...

Tan de prisa, tan de frente, tan así sin pensarlo, sin prejuicios, sin planearlo, sin tanta palabrería, así, así fue como sus improvisadas palabras recorrieron mi cuerpo e inundaron de un calor indecible cada rincón de mi ser. Tan fuertes y frágiles son su letras, tan suaves y sinceras que susurran en mis oídos hasta hoy, cuando el sueño se apodera de mi, solo cuadros inimaginables, vivos, recrean el deseo, el placer que produce el placer mismo, recrean lo negado, lo prohibido, lo ajeno; recrean la pasión desbordada de dos cuerpos, de dos pieles que sin dar paso a moralismos se descubrieron en el otro, que se conocieron en la desmesura del placer, en el innegable placer carnal…

jueves, 24 de septiembre de 2009

lunes, 21 de septiembre de 2009

Crónica del maestro

“La maestra”

Que el título tenga comillas no quiere decir nada, la predisposición no es muy buena que digamos y lo aclaro porque es posible que estén pensando que voy a hablar de una profesora que no hace bien su labor, pero en fin, sin tantas vueltas ella era una joven mujer que estaba rodeada de no sé cuantos seres iguales o parecidos a mí, cuando le hablé por primera vez fue muy cálida, nunca pensé que fuera a parecerse tanto a mamá. Quizás en ese momento no pensé esto, pero ahora que lo recuerdo parece que sí lo sentí. Desde ese día hasta hoy tengo buenos recuerdos de ella. Ayer que pasé por aquel lugar que recordaba como un lugar grande grande resultó ser el salón comunal del barrio la Cumbre. Pues allí en esos salones que con mucho sacrificio y mil ruegos la profesora María Teresa logró conseguir para los niños del barrio fue el lugar o el hogar donde muchos aprendimos el valor del respeto, donde empezamos a darle existencia al otro y donde por primera vez a muchos nos enseñaron a soñar. Es curioso y se siente raro pasar por los recuerdos, sentir el pasado, sentirse de nuevo infante es algo indescriptible, recordarse come era también. Y allí en el que no fue y ahora es salón comunal aún está la profesora María Teresa, quien cada día intentaba cambiar la rutina y que quería que sus hijas aprendieran a hacer lo mismo que ella, tanto, que a veces dejaba a Luisa y a la otra de la que no recuero el nombre cuidándonos mientras ella iba a un cuarto lleno de papeles, ah porque aparte de ser profesora ella era como la presidenta del sector, la secretaria, a veces hacía el papel de cura y se sentaba a repetir unas palabras que al final se cerraban con la señal de la cruz. Ella también era la profesora de todas las materias, todo el día la pasábamos con ella de arriba abajo y de abajo arriba incluso era nuestra profesora de educación física ahh y diseñadora. Ayer, cuando estaba frente al salón me preguntaba a qué hora ella hacía tantas cosas con todos nosotros encima, 30 niños de 5 años, pero no sé si lo que vayan a leer les parezca extraño y aunque ella no fuera la mejor profesora, esa señora era la sensación en su tiempo y creo hoy día lo sigue siendo, porque las condiciones del barrio y la colaboración de la gente no es que ayude de a mucho. Tengo vagos recuerdos de las clases, si se puede decir que a esa edad dejamos hacer clase. Creo que las cosas no han cambiado mucho, al igual que hace 18 años la profesora sigue haciendo mil cosas, esto hace que al igual que en mi tiempo los infantes estén en otras actividades que controlan su hiperactividad y no en actividades que fortalezcan su aprendizaje. María Teresa aún busca reemplazos que no están convencidos de esto y sigue peleando por mantener su jardín.

Música y letra

El condor pasa, musica instrumental andina peruana

http://www.youtube.com/watch?v=M_gSydN_BYM&feature=related

El dolor de la soledad, la melancolía de la ausencia son los sobros de aquella batalla. De ella solo le queda su vida, su flauta y el valor de la esperanza, los recuerdos no se borrarán de su memoria, pues aquel día en medio del júbilo y de los ritos, en medio de la alegría que produce ser quien se es y estar orgulloso de lo que se es, de poder expresar esa armonía con los suyos es indescriptible, de repente ese regocijo se torna turbio, se torna triste en la espesa selva… todos corren, gritan, gimen, la frondosidad del bosque se torna peligrosa y cada uno huye por su vida… él solo los mira y espera el momento oportuno de su intervención, espera a que empiecen el regocijo ajeno para condenarlos, atacan su tribu, atacan su sangre, atacan su vida y su tierra, matan su vida, matan la esperanza de un pueblo que ha luchado con el fantasma colonial.

Desde adentro del bosque se da cuenta de todo y en ese momento salen en masa a defender lo suyo, su pueblo, lanzas y espadas en medio de ecos nativos y chillidos extranjeros… un oscuro silencio, una trémula sonrisa lo despide de su padre, pero el valor y el honor no es solo de los ajenos a este mundo, no solo los blancos defienden su honor, él más que su honor defiende su sangre, su historia, su tradición, está tan prendido a este mundo que no cae y aún sin muchas fuerzas y con la valentía de un verdadero hombre se levanta, sus sueños le dan valor y aunque la muerte lo acecha constantemente él la esquiva, está aturdido y no comprende por qué quieren cambiarlos, por qué ellos se empeñan en borrarlos del mapa y despojarlos de lo que son.

Él sólo quiere verle la cara a aquel que salió del otro lado del mundo que dicen que salió con tres carabelas y un gran corazón, pero que nunca dicen que salió fue con un batallón y que amor nunca llevó, él quiere llegar a él, aquel que nos enseñaron a agradecerle por sacarnos de las tinieblas de la tranquilidad y de la “ignorancia” aquel que nos implantó su “amor” y su “fe”, aquel almirante, aquellos que masacraron el pueblo, su pueblo, nuestro pueblo, y aunque fue más fuerte su valor que su fuerza, aún viven y agonizan ante la humanidad que indiferente sigue, que ignorante continúa, son sus notas su respiro, son sus notas el legado, son sus tonadas el recuerdo de aquel que lucho como un cóndor por defender lo suyo, es la sangre viva, es la memoria intacta, es lo que somos presente en la música, es lo que somos los de aquí abajo, es lo que somos nosotros, tú, yo, aquel que reniega de su origen y denigra de un indígena no sabe quién es, no los mates, vive con ellos muere por ellos porque ellos lo hicieron por nosotros…

sábado, 29 de agosto de 2009

Ejercicio melodioso

Ejercicio melodioso

Y ahí están todos sentados deleitándose con el trinar de los instrumentos, sonrisas, aplausos. Se miran fascinados ante el espectáculo, pero él está ahí recordándoles su verdad, los mira fijamente y piensa… pero ellos están tan ensimismados que no perciben cómo él con aquellas tonadas los denuncia y cómo a través de ellas se burla de quienes lo miran hechizados.

Están allí como dopados por píldoras musicales, abanicos por aquí, pañuelos por allá, lágrimas fingidas… el recuerdo no se aleja de su mente, piensa y piensa cómo hurtarles ese disfraz, cómo arrancar de sus rostros la mentira y la apariencia cotidiana.

Se ríe de ellos, de su soledad y de su hipócrita sonrisa, se da cuenta que muchos no escuchan, que son seres inertes y manejables ni siquiera se deleitan con la melodía que los traslada a su realidad, a su turba y triste realidad…

Dos Horas En: ...

Dos horas en el baño de mujeres

Sentada en la blanca tapa del escusado, adornado de indecorosos papeles no necesité ver sus rostros para identificar en ellas la seguridad que les trasmite el lugar. Mientras intentaba acomodarme en el retrete escuché una pluralidad de suaves voces, lo particular es que una de ellas se quejaba de su colon hinchado, en ese preciso instante jalan la llave y mi atención se confunde, pero por costumbre las mujeres no perdemos el tiempo en cosas sin importancia, vuelvo a los susurros de afuera, uno de ellos está preocupado por que necesita un paño… supongo que es desde una cabina como esta o frente al espejo que una voz resuella diciendo que ver la película del camasutra y sobarle la mano al muchacho sí les gusta, que pare eso sí son buenas, se burla de él y de su “pierna”.

De repente, más voces, al parecer estas van a ser educadoras, pero se quejan de los “chinos” así le llaman ellas supongo a los estudiantes. Se refieren a ellos como chinos cansones de séptimo que todavía viven ilusionados de la vida, pero me pregunto si ellas lo están, por qué ellos no? En fin la charla continúa y no soportan esos grados por lo que dicen, y no les importa si esos chinos aprenden pues son bien expertas en este dicho: YO YA SÉ, ustedes verán si no APRENDEN. Se alejan en medio de risas, hasta el momento las que han entrado solo se quejan.... En medio del silencio escucho el rose de mi lápiz con la hoja, me duele la espalda, solo escucho el ruido de la vía, perooo sucede algo raro, entra ella y entra SOLA, lo digo porque por lo general las mujeres vamos al baño juntas, no sabría decirles por qué pero así es. Ella se lava las manos y sale…

Un ruido estrepitoso me saca del hastío, oigo el pasar de los pericos y miro mi celular, me doy cuenta que de las dos horas han pasado solo 17 minutos y nadie desde que la solitaria mujer salió ha vuelto. Más pólvora, me pregunto qué día es hoy, pues es costumbre en nuestra cultura celebrar con bulla toda fiesta posible… ¡Ohh! Nuevos pasos, silenciosos, asumo que solo entraron a comprobar su belleza, más pasos que hacen lo mismo, quizá se arregló el pantalón y de seguro que se miró la cola, el cabello y su rostro.

A mi alrededor solo baldosas blancas, colores claros, por qué los baños son así me pregunto, deberían tener un color diferente no les parece? Me inquieto por saber quién habría inventado el baño y quién habría hecho la división del mismo para hombres y mujeres. Pienso cómo sería estar en el baño de hombres, creo que hay dos posibilidades, allí o solo se escuchará el sonido de las expulsiones masculinas o el de las llaves, no creo que ellos hablen tanto como las mujeres o sí?

Son las 10 y 59, una brisa poco agradable golpea mi olfato, ella habla por celular con alguien a quien llama amor, sale y entra, pero no dice algo… Alguien está a punto de entrar en escena, pero una voz varonil la detiene, solo susurros, y luego una frase contundente ¡Bueno define vas a entrar o no! Ahhh pues sí se me había olvidado contarles que las mujeres también vamos al baño con los novios, allí ellos se convierte en una especie de portero, pues se plantan en la entrada del pequeño y blanco mundo a la espera de su pareja.

Después de media hora en aquel lugar, me doy cuenta que las paredes están pintadas de su color original, pues con tanto silencio quise leer los grafitos de la puerta pero me encontré con esta sorpresa. Escucho una voz, habla sola y no dice mucho o no le entiendo, debía tener muchas ganas de orinar, pues lo digo por la fuerza en que expulsó su orina, se sube su ropa, tiene unos zapatos de color piel… más ruidos, más zapatos y más olores. Salen y entran sin ningún comentario, pero alguien está mal, oigo sollozos, lamentos, no sé qué pensar, no sé si está enferma del cuerpo o del alma, ah porque aquí las mujeres también desahogan sus penas.

Sombras y más sombras, parece que ella estuviera patinando, pues su sombra se menea de un lado para otro, no debe ser patinadora, debe ser una mujer que se está mirando el cuerpo desde todos los ángulos posibles, se mueve, se sigue moviendo, parece que danzara. Deben estar saliendo de clases, más pólvora, pero ellas aún no llegan, las espero, pero no asoman, sé que al medio día vendrán, pero no aguanto más y otro día será en el que me vuelva a internar en estas blancas paredes, en este blanco palacio de las necesidades humanas.

viernes, 21 de agosto de 2009

martes, 4 de agosto de 2009

“Mientras se conserve intacto el amor, ni la muerte podrá deshacerse de los recuerdos vividos”

Eran aproximadamente las 4 y 55 de la mañana del 10 de mayo de 2001, y yo me encontraba en el baño que estaba al final de la casa, donde la puerta era una cortina que a estas horas de la mañana se mecía por los soplos del viento provocando en mí una incertidumbre constante durante el baño.

Al igual que el frío que sentí en mi cuerpo cuando empezaba a caer el agua, así de frío y escabroso fue el grito que escuché y que si mis malos cálculos no me engañaban provenían de la primera habitación de la casa, mi corazón se negaba a una realidad posible, de inmediato cerré la llave, me sequé rápidamente y me puse la pijama, corrí ese corto pasillo como si estuviera corriendo por la calle más larga que pudiese existir, pasé la cocina y allí no había gente, el último cuarto estaba cerrado, el segundo que era el mío y el de mis padres se hallaba desierto, el comedor y la sala solitarios y finalmente como lo sospechaba todos estaban en la primera habitación, con los rostros enmudecidos, colmados de gotas que recorrían sus mejillas, la desesperación latente y la tristeza inconsolable.

Mi abuela no hablaba, estaba estupefacta. Esa había sido la primera noche que se había separado de ese cuerpo que le regaló tantas alegrías, con el que compartió tantos sueños y con quien dio fruto a cuatro hijos, producto del amor. Junto a ella mi madre, con la expresión más triste que jamás he visto en su rostro, se había ido la mitad de su vida, se había ido una persona que para ella significó el amor, la comprensión y compañía de una madre, se había ido su paciente de domingos. Pero no sólo ella estaba así, ¡oh! sorpresa para mí, poder ver lo que tanto había deseado, pero en momentos tan dolorosos no era tan grato, mi padre por primera vez o por lo menos para mí, expresaba su dolor, no ocultaba el sufrimiento que le provocaba ver inerte a su amigo, compañero y padre de casi quince años, se iba su concejero, el que alguna vez fue su guía y su ánimo. Y él también estaba allí, mi hermanito, fiel heredero de la aparente dureza paternal, sólo lloraba, no sé por cuál de todos los cuadros que observaba, sólo pude descubrir en él un aturdimiento infinito. Y yo, mi rostro, mi vida, quizás en estos momentos lo recuerde con dolor y lágrimas, pero en ese momento, cuando entré a esa habitación las lágrimas no querían salir, recuerdo que hacía mucha fuerza por llorar, ver a los demás en un mar de lágrimas me hacía querer por lo menos hacer un charco de las mías, pero no pude, lo único que sí recuerdo y que tengo muy presente, es que apenas ingresé al cuarto y descubrí en los rostros tanta amargura supe que mis más temidas sospechas eran realidad.

Me acerqué a su cuerpo con la esperanza de revivirlo, lo toqué, estaba congelado, más frío que siempre, sus músculos tensos, su rostro sereno, y aunque parecía estar contento, a mí la rabia y la tristeza me carcomían por dentro, no sé por qué pero recuerdo que sacudí el cuerpo con tanta fuerza que conseguí por fin dejar derramar aquellas lágrimas de rabia, de amor, porque al igual que todos los allí presentes la muerte me acababa de arrancar uno de los mejores regalos que la vida me había dado, una persona que me dio tantas alegrías, que compartió conmigo sus sueños. Se llevaba la mitad de mi existencia, se llevaba el amor, la comprensión y compañía de una madre y de un padre, se llevaba mi paciente no de domingos sino de días enteros, me arrancaba a mi amigo, consejero y compañero de tardes de poemas a la luz del atardecer, se llevaba mis esperanzas.

Su muerte ha sido sin lugar a dudas el dolor más fuerte y profundo que hasta mis días he sentido. Nunca respondió a mis reproches mientras sacudía su cuerpo, mi inocencia era tan grande que esperaba un suspiro de él, era tan grande que esperaba una sonrisa suya, era tan inmensa que creía que estaba durmiendo y que pronto se despertaría y me abrazaría como lo hacía siempre con sus palabras dulces y sinceras, pero me di cuenta que se había ido para siempre y que nunca más escucharía su melodiosa voz y que nunca más volvería a sentir el calor de sus manos.

Encima de su cuerpo, resignada a las leyes de la vida, le di el beso más hermoso y el abrazó más puro que le pude haber dado en vida, aceptaba que lo había perdido y lo entregaba, no sé si a la vida, si a la muerte o si a Dios, en esos momentos solo supe que lo amaría por siempre, que para él mi amor sería eterno, recuerdo que alguien me quitó del cadáver y me llevó al patio. Vi llegar el carro fúnebre, vi cómo lo sacaban de la casa en una bolsa negra de cuero, vi cómo se lo llevaban, para dónde, la verdad no lo sabía, pero lo que venía era peor, porque aunque yo había aceptado su muerte y su partida, no me había hecho a la idea de su ausencia.

martes, 31 de marzo de 2009

MiS pRiMeRaS ExPeRiEnCiAs


Nací como todos ustedes un día normal. De lo poco que recuerdo de mis cinco años en adelante porque la verdad de los anteriores no tengo ni la menor idea, es que a mi lado siempre estaba mi abuelo, hombre recio y tierno, y junto a él un rosario, un poema y el atardecer. Quizá él fue la primera persona que me enseñó a apreciar la lectura. Recuerdo que todos los días a las cinco de la tarde me llamaba al solar de la casa y acompañados del sabor de un trozo de panela declamábamos esta poesía que aún no sé si era de su autoría o se la había plagiado a algún poeta…”Viste azul el firmamento del blanco al inmenso llano, allá en los confines alejados mese las palmas el viento, rojo majestuoso y lento apaga el sol sus pupilas cuando la tarde vacila muy triste la noche avanza y una alondra en su tonanza cruza en espacio tranquilo” . Y así pasaba mis días; mi abuelo me decía que los libros eran magia y la verdad sus historias aunque no estuvieran escritas despertaban en mi gran curiosidad por la lectura. Pero de repente una decisión paternal cambiaría mi corta vida, pues después del miedo que mis padres me infundieron de la calle no comprendía cómo iban a enviarme al jardín que por cierto era muy popular con un nombre muy particular: “Los elefanticos”, y aunque no me desvelaba por salir a jugar a la calle, en la casa de mis abuelos siempre había algo por hacer. Pero el tiempo no se detenía y la incertidumbre me consumía cada día más, pues sólo esperaba el anhelado día para mis padres, para saciar la felicidad que les provocaría verme vestida de azul con dos “moñas” en mi cabeza y con mis ojos de china. Y así fue, el día llegó, el primer día no fue tan terrible como imaginaba, pues a pesar de todo el jardín me brindaba cierta seguridad que según mis papás no me brindaba la calle, en “los elefanticos” jugué, reí y aprendí que todos los niños no eran buenos, que las responsabilidades no eran sólo asunto de grandes. Ahora que recuerdo en ese jardín no había cartillas ni libros, lo que si tengo presente es una casa de muñecas en donde nos internaban buena parte del día. Como es bien sabido el ser humano es un ser de costumbres y aunque al principio la ausencia de mi abuelo era lo que más extrañaba, por ser la más pequeña del grupo, singular característica, la profesora tenía cierta preferencia hacia mí. Allí me di cuenta que las danzas me gustaban y que no lo hacía tan mal, en aquella época. Siempre llegaba con cierta emoción a contarle a mi abuelo que la profesora me había leído cuentos que por lo visto no trascendieron en mi porque no me acuerdo de ninguno de sus nombre, sólo recuerdo que de vez en cuando leía, quizás a ella no le interesaba que aprendiéramos a leer o que sé yo, de pronto mi mala memoria le está quitando créditos que no recuerdo, pero que según mis papás le pertenecen. Allí como en todos los jardines me enseñaron las vocales, las consonantes y a combinarlas con la siguiente oración: “mi mamá me mima, mi mamá me ama” y muchas más que menos mal no recuerdo. La verdad no fueron tan malos los momentos que pasé allí, pues a pesar de todo aprendí a compartir y a socializarme con los demás niños y considero que ello es importante en la vida del hombre. Pero lo que yo no sabía es que después de haberme acostumbrado a unos niños específicos y a un entorno definido, a mis papás se les ocurrió la maravillosa idea de cambiarme de establecimiento. Ahí si la vi grave, porque acostumbrarme a la ausencia de mi abuelo era algo que podía hacer, pero acostumbrarme a extrañar a treinta compañeros ah treinta y uno con la profesora sería muy difícil. Lo que escacharán sonará extraño, pero el último día de jardín lloré, y sentí de nuevo ese miedo que no deseaba recordar. Pero bueno ¿qué opción me quedaba? Si a esas alturas del camino ni siquiera pensaba por mí misma. En fin, me matricularon en una escuela que se llamaba Carlos Gutiérrez Gómez, donde estudié la primaria. El primer año fue un año de repaso con las mismas frases del jardín, no fue tan difícil adaptarme a este nuevo lugar porque la verdad la profesora no era tan diferente y el entorno en que estábamos era igual, nos seguían tratando como niños bobos, como si el año que había pasado y que aprendimos a combinar letras no hubiera pasado, la verdad sentí que había perdido mi tiempo, aunque lo positivo era que como ya sabía lo que nos “enseñaban” era una de las mejores. La verdad poco contacto tenía con los libros, pues en mi casa había uno que otro y los escondían, aún no entiendo porqué pero lo hacían y aunque en la escuela existía una biblioteca era sólo para los estudiantes de quinto porque supuestamente los de primero y los de los demás grados eran muy pequeños y no sabían utilizarlos. Quizás algún día estaría en quinto y podría subir a la biblioteca, mientras tanto seguía en danzas y teniendo más amigos, de repente me di cuenta que el teatro y el canto me llamaban la atención y en una semana cultural que eso sí rescato de mi escuela, era esa identidad, cada vez que había semana cultural recordábamos las provincias santandereanas, sus platos típicos y sus bailes tradicionales. Recuerdo que en una de esas semanas decidí participar en todo sin consultárselo a nadie, pues me decían que participara en las actividades, pero no en qué medida y esa semana fui cantante, bailarina y actriz y a mis padres casi les da un desmayo, no se explicaban por qué me había metido en tantas cosas, pero como dicen por ahí después del ojo afuera no hay Santa Lucía que valga y después de este día, después de sus regaños me dio miedo participar en los actos, empecé a temerle al público y todo me daba pena. Así pasaron los años y por fin el anhelado quinto llegaba, por fin subiría esas escaleras que me causaban tantas dudas, había esperado tanto ese momento que cuando llegó no fue lo esperado. Era un cuarto pequeño, con pocos libros, muchos de geografía y pocos de historias que eran mi pasión. Tanto tiempo para ¿qué? El tiempo no esperaba y mi abuelo ya no era el mismo, su rostro no irradiaba la misma alegría, y ahora quien incentivaba en mí la lectura era mi papá que desde siempre ha dicho frases como: “El que lee es sabio” o “quien lee lleva la delantera” en fin y muchas parecidas. Pues bien ya era hora de buscar un nuevo colegio, ya que empezaría una nueva etapa en mi vida y mi papá soñaba con que su hija, a quien le dedicaba los fines de semana metiéndole información para el famoso examen de admisión en los colegios públicos de Bucaramanga, estudiara en el Colegio Nuestra Señora del Pilar. Su metodología no fue la mejor, ya que no trascendió puesto que después de haber presentado el examen y haber sido admitida recordaba muy poco de aquellas lecciones mecanicistas. Daría un nuevo paso, el colegio era como un mito para mí, pues antes de salir de la escuela todos hablaban de los colegios, de los profesores de secundaria y por otra parte en mi casa hacían comentarios como “allá no va a ser como en la escuela, allá si le van a sacar el jugo” como así que me van a sacar el jugo me decía yo y llegué en muchas oportunidades predispuesta a las clases, pero al igual que cuando ingresé a la escuela me acostumbré, mm aquí las cosas no cambiaban de a mucho, existía una biblioteca, pero que yo recuerde solo estaba abierta en los descansos y estos eran de media hora, apenas si alcanzaba a comer e ir al baño, mm y además si quería visitarla debía hacerlo en la jornada contraria y contar con suerte para que el celador de turno nos dejara pasar. Pero bueno en este plantel al parecer a los profesores si les interesaba la formación de sus alumnos, fue allí donde aprendí a darle valor a mi educación, allí empecé a pensar por mí misma, no mucho, pero de algo había servido este nuevo lugar. Recuerdo que la profesora de español el primer periodo nos puso a leer maría, obra que por supuesto ninguno de mis compañeros y yo leímos, si mal no estoy con ella estudiamos el resumen de la obra, que tristeza, ah y al igual que el jardín y la escuela seguían con las correcciones ortográficas y gramaticales sin saber que era más importante que nos enfrentaran al texto, que nos enseñaran a comprenderlo y a explorarlo. Para mi fortuna tuve un profesor que me motivó a leer, creo que fue en octavo, el llegó a nuestro salón preguntando qué sabíamos de literatura y qué nos gustaba leer, pregunta que quizás hasta el momento pocos docentes nos habían hecho. Ese mismo día aquel hombre nos regaló los nombres de ilustres caballeros de la tinta y del papel como lo son Horacio Quiroga, Edgar Allan Poe, Ernest Hemingwy entre otros, y en su discurso dijo que Poe le apasionaba, fue por esto que decidí pedirle a mi papá el libro de narraciones extraordinarias que aunque no fue original si me gustó y me agradó bastante. Creo que ese fue un punto de apoyo o una motivación para mí como lectora, aunque para esa época no pensaba en mi futuro sí apreciaba lo que aprendía. Años después vinieron más profesores que sólo se centraban en su gramática aunque habían unos que promovían el teatro y las lecturas colectivas, la verdad era que mi colegio no era muy lector que digamos, y para rematar el suculento español de once sólo se basó en desarrollar estrictamente talleres de preparación para el ICFES. ..